Por Octavio Pineda, periodista y escritor mexicano.
Una de las primeras cosas que asombran a cualquier
forastero que llega a Bogotá por primera vez es el verde y bello telón de fondo
de los Cerros Orientales.
No muchas ciudades en el mundo cuentan con similar paisaje
natural. Sin embargo, como está ahí todo el tiempo, los bogotanos parecen
haberse acostumbrado a este patrimonio paisajístico y ambiental, pues en años
recientes estas bellas montañas han sido depredadas por nuevos edificios y
voraces constructores ante la apatía de los ciudadanos y la negligencia de las
autoridades.
Hay muchos ejemplos, algunos más notorios que otros. Uno
de los casos más tristes se levanta entre las calles 121 y 124, en Usaquén,
donde un complejo de suntuosos edificios como es “Cerros de los Alpes” está
literalmente devorando los Cerros Orientales en esa parte de la ciudad.
Si uno pregunta por el precio de un apartamento ahí, ronda
al menos los 2 mil millones de pesos, lo que da una idea de las inversiones y ganancias
en juego. Y si uno pregunta al vendedor si estos edificios son legales, ya que
están muy arriba en la montaña, sonará molesto al otro lado del teléfono.
Otros ejemplos de este tipo de complejos de edificios
depredadores de montaña están en las calles 140, 134, 64 o 53, sólo por
mencionar algunos de los más notorios.
Pero lo peor es que cuando uno pregunta a las autoridades
si esto es legal, parecen encogerse de hombros y reconocen que no hay mucho que
hacer contra la voracidad de los constructores debido a laxas regulaciones y
vacíos jurídicos, sin mencionar las cantidades de dinero en juego.
Por ejemplo, como parte de los vacíos jurídicos creados
por la suspensión del Plan de Ordenamiento Territorial (POT) del distrito en
cuanto a la altura de los edificios pegados a los Cerros, las regulaciones
vigentes son, paradójicamente, mucho más flexibles para la construcción en
áreas vírgenes que en predios urbanizados.
Otra paradoja en cuanto a la negligencia de las
autoridades nacionales y distritales es que muchas áreas que deberían ser
consideras reservas forestales, como la referida en Usaquén, no están
clasificadas así.
Vale la pena anotar que recientemente un fallo de segunda
instancia sustrajo 973 hectáreas de la reserva forestal protectora Bosque
Oriental de Bogotá para fines de regularización de predios, en lugar de
prohibir drásticamente construir cerca de los Cerros o ampliar la reserva
forestal.
El tráfico de influencias y la corrupción son otras
razones detrás de la proliferación de este tipo de construcciones, como
reconocen algunos expertos.
Ante esta, por ahora, tristemente irrestricta
proliferación de construcciones depredadoras de montañas, una primera solución
sería un decreto de ley que fije impuestos muy elevados a quienes construyan o
habiten estas construcciones. Entre más alto y más cercano a la montaña sea un
edificio, más impuestos deben pagarse, lo que a la larga puede inhibir la
construcción y habitación de este tipo de construcciones.
Pero una solución más inmediata y al alcance de cada
bogotano es la conciencia ciudadana y la sanción social, de las que a su vez
los medios de comunicación deben hacer eco. Quienes construyan y habiten
complejos residenciales lujosos que depreden los Cerros, antes que sentirse
privilegiados, deberían sentir vergüenza, no sólo por destruir un patrimonio
paisajístico y ambiental de la ciudad, sino por comprometer el futuro de
generaciones venideras.