¡Cómo me sorprendió cuando me lo advirtieron! "A los cerros sólo se puede subir por ciertos caminos, en cierto horario, cuando está la policía", me dijo más de una persona en Bogotá. Me pareció increíble.
Tener esa belleza natural, unas 13.000 hectáreas de reserva forestal, al alcance de la mano y no poder disfrutarla cuando y como uno quiere.
Pero así es.
Por ejemplo, la caminata más popular a los Cerros Orientales (sin contar la que sube al santuario de Monserrate, que es algo totalmente distinto), que sigue vagamente el reptar de la Quebrada (arroyo) de la Vieja, tiene en su entrada una reja y un portón, como si fuera propiedad privada –en parte lo es: discurre por tierras que pertenecen a la empresa que provee el agua a Bogotá, pero esa es otra historia.
Si uno llega allí poco antes de las 10 de la mañana los policías que están en la puerta no lo dejan entrar. Si llega más tarde, está cerrada.
Pero para muchos bogotanos es como si no existieran.
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