El martes pasado se oyeron cuatro idiomas
extranjeros en el enlosado que sube al cielo de la quebrada La Vieja, arriba de
Chapinero.
Por: Arturo Guerrero
Parejas que hablaban en italiano o alemán,
grupos que se entendían en inglés o francés. Eso sin contar los pájaros, cuya
lengua no tiene país.
En esas alturas el agua no habla, canta.
Toca tambor sobre el cuero de las piedras, se desgaja en descargas radiantes
por las cascadas. Cuando sopla agosto, los troncos de árboles contiguos abren y
cierran puertas a través de las cuales circulan quejas clandestinas.
Los sonidos de los Cerros Orientales de
Bogotá son, pues, una mezcla de modernidad trasnacional y flautas de indios
muiscas. Suben los extranjeros, suben los vecinos de barrios elegantes y de
varias localidades sin estrato. Arriba los espera la memoria anterior al
descubrimiento y conquista española.
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